A finales de 2004, haciendo el Curso de Adaptación Pedagógica, la profesora-psicólogo-pedagoga nos propuso que inventásemos algún juego con el que inducir algunos valores a nuestros futuros alumnos.
A mí se me ocurrió uno con el cual tirar por tierra la democracia como valor absoluto. Se trataba de un juego en el que teníamos que decidir por votación que es la justicia, abordando todos sus aspectos punto por punto.
Escogí varias definiciones de la misma realizadas por muchos juristas y filósofos habidos a lo largo de la historia y me inventé otra hecha a mi gusto poniendo como autor de la misma a un caudillo numantino al que hice pasar por ilustre filósofo, creo que nadie se percató.