domingo, 16 de octubre de 2011

El cristianismo no condena las riquezas.


Partiendo de lo que sucedió entre Jesús y el joven rico que no se atrevió a renunciar a sus riquezas para seguirle, se ha insistido hasta la saciedad en que las riquezas y el cristianismo están reñidos. Que la Iglesia debe ser pobre, los cristianos ser pobres y compartirlo todo en común. Se ha llegado a decir que Jesucristo fue el primer comunista.

Sin embargo los que esto sostienen no han leído bien el pasaje bíblico.

Nos encontramos con la siguiente situación. Un chaval se acerca a Jesús viendo en él a un rabino para pedirle consejo acerca de cosas relativas a la Ley de Dios. Concretamente le pregunta qué ha de hacer para tener vida eterna, esto es, ir al cielo. La respuesta que Jesús le da es “guarda los mandamientos”… y punto.

El joven rico, vete tú a saber si por querer ser más chulo que un ocho, o por cosas de la edad en la que uno suele ser bastante impertinente, metiendo la pata hasta el corvejón, nada más y nada menos que le suelta “Todo eso ya lo guardo” ¡Juass! Pensaría Cristo, -Eso no te lo crees ni tú-. Por lo que muy diplomáticamente le dice: -Si quieres ser perfecto, anda, vende todo lo que tienes y sígueme-.

¿A que no hay cojones? No los hubo. Cosas de la edad, el nano quería pasarse de listo y se fue con el rabo entre las piernas.

Jesús no le pidió que se desficiera de sus riquezas, bastaba con cumplir los mandamientos, lo cual no es poco, por no decir imposible para cualquier mortal. Y únicamente cuando el nano se le puso guay, Jesús le hizo una invitación más guay todavía. En este pasaje, si nos ponemos en contexto, lo que se condena es la soberbia, no las riquezas.

¡Venga nano! ¡Tú que vas a guardar todos los mandamientos! ¡Ineptum! ¿Quo vadis?

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